Comunicación
A veces, sucede. Llega el momento del cambio. De la ruptura con lo anterior. De no mirar más atrás, sino adelante. De arriesgar -¿para ganar?-. De lanzarse a lo nuevo. De renovarse o morir. Y de cambiar el nombre de tu empresa.
De volver a empezar.
Y todo este proceso da vértigo, mucho vértigo. Inevitablemente, es algo que siempre ocurre cuando no queda otra que hacer frente a lo desconocido.
Por eso, hay que estar preparado. Valorar todas las opciones. Tener algún que otro as debajo de la manga por lo que pueda pasar.
Y, sobre todo, tomárselo muy en serio.
La empresa que toma la decisión de realizar un cambio de marca debe ser consciente de lo delicado que es y de la importancia que tiene. No es un cambio que se pueda tomar a la ligera: se trata de ‘romper’ con el elemento por el que el cliente reconoce a una compañía. Y ante eso, poca broma.
Las razones que llevan a cambiar el nombre de una marca son variopintas, pero sí que hay un denominador común: se da el paso porque no queda otro remedio.
Si existe una mera posibilidad -por remota que sea- de mantener todo tal y como está, es raro que una compañía se ‘líe la manta a la cabeza’ e inicie un giro de esta índole por puro vicio.
Por eso, si tuviéramos que enumerar algunas de las causas más comunes, podríamos empezar por las 3 siguientes:
En el tema del renaming no valen las medias tintas. O se apuesta todo al sí o se apuesta todo al no. Y lo malo es que -si has vivido esta situación, lo sabes de primera mano- es casi un fenómeno paranormal que todo el staff de una corporación esté de acuerdo.
Lo normal es que haya división entre los del ‘sí, vamos a ello’ y los del ‘no, mejor nos quedamos como estamos’.
En cierto modo, las dos posturas son entendibles.
La primera, la del no, es normal, si se tiene en cuenta ese ‘miedo’ a lo desconocido que comentábamos antes. Además, se puede creer que cambiar el nombre va a transmitir al mercado la idea de que algo no funciona bien, que la compañía está en números rojos, que tiene problemas legales.
Ya sabes: si algo está bien, no lo toques.
Por su parte, la segunda, la del sí, es la más arriesgada y la que apunta más alto, pero requiere dos tareas: explicar con claridad las razones del cambio obligado y convencer de que la decisión es acertada; y tener claro clarinete el motivo del renombre y de la nueva imagen que se quiere proyectar.
De no ser así, lo mejor que se puede hacer es dejar las cosas estar: De nuevo, “Si algo está bien…”
La decisión está tomada: habemus cambio de nombre de tu empresa (y, a posteriori, cambio de identidad visual, claro).
Toca ponerse manos a la obra.
El pistoletazo de salida es el análisis y la localización de los puntos en los que hay contacto entre clientes y marca, así como de otros elementos corporativos que tendremos que cambiar
Una buena lista para tener en cuenta esto, puede empezar por estos tres puntos:
Con esto claro, apunta estas recomendaciones:
¿Cómo lo ves? ¿Complicado? Lo es, ¡para qué engañarnos! 😉
Pero, para completar, podemos señalar otras dos salidas por las que optan algunas empresas y, cómo no, te las vamos a contar.
Y como no es lo mismo que te lo expliquen a verlo en un hecho real, a continuación te dejamos con el cambio de nombre protagonizado por la conocidísima emisora de radio Los 40 Principales, que, coincidiendo con su 50 aniversario, ha transformado su logo y su nombre: ahora es LOS40 (Music Inspires Life).
Y luego, nos cuentas lo que te parece.