Colores y logotipos: qué dice de tu marca el color de tu logo

La mente humana es muy receptiva a los estímulos visuales y los colores, consciente o inconscientemente, nos transmiten emociones y significados. Y eso, como imaginarás, también influye en el diseño del logotipo de una empresa.

De esta forma, escoger los colores supone uno de los principales retos que afrontan los equipos de diseño y de marca encargados de escoger la gama de tonos que se van a usar en los diseños de los logos de las empresas en particular y en sus imágenes corporativas en general.

Goethe y su ‘Teoría de los colores’ Las emociones de los colores Otros elementos del logo que comunican
Los colores evocan sensaciones y transmiten los sentimientos de una marca.

Así, no cabe duda de que elegir el color para un logotipo es un proceso complejo en el que entran en juego variables referentes a los valores de la marca, su público, su ubicación, y su cultura.

El tono seleccionado debe cumplir la misión de reflejar los beneficios del producto o servicio concreto, además de diferenciarlo de la competencia y de mostrar su propia identidad.

La elección del color del logotipo de una marca influirá notablemente en la percepción que el cliente tenga de dicho negocio.

Goethe y su ‘Teoría de los colores’

Si bien en la actualidad los diseñadores gráficos han de tener una comprensión total de las connotaciones de los colores y de cómo éstos se emplean en los distintos sectores del mercado para incidir directamente en la decisión de compra de los consumidores, lo cierto es que el tema de cómo las tonalidades alteran nuestra percepción de las cosas viene de lejos.

Ya en el año 1810, Johann Wolfgang von Goethe, uno de los escritores e intelectuales con más peso de su época, escribió un tratado que llamó ‘Teoría de los colores’ y que sentó las bases de la psicología del color tal y como la conocemos hoy en día.

Las investigaciones de Goethe fueron la piedra angular de la actual psicología del color.

Según Goethe, lo que vemos de un objeto no depende sólo de la materia de la que está compuesto ni de la luz (que era la visión física y matemática que mantenía Newton), sino que también depende de la percepción que se tiene del objeto en cuestión.

“Cuando el ojo ve un color se excita inmediatamente, y ésta es su naturaleza, espontánea y de necesidad, producir otra en la que el color original comprende la escala cromática entera. Un único color excita, mediante una sensación específica, la tendencia a la universalidad. En esto reside la ley fundamental de toda armonía de los colores…”.
Goethe, Teoría de los colores, p. 317

El intríngulis aquí está en la subjetividad, es decir, que es imposible que haya reglas universales en este campo porque la apreciación del color varía en función de la experiencia individual de cada uno de nosotros. Tú tienes tus preferencias y gustos, yo tengo los míos, pero lo que es obvio es que todos manifestamos reacciones físicas ante los colores.

Cuando escuchamos ‘Coca-Cola’ a todos se nos viene a la cabeza el color rojo porque es una de esas tonalidades corporativas posicionadas a nivel global en nuestra mente.

Precisamente en esto es en lo que centró Goethe sus investigaciones, en deducir las leyes que rigen la armonía de los colores, atendiendo a sus efectos fisiológicos y haciendo especial hincapié en la parte subjetiva de la visión.

Así, en su intento de comprender las reacciones humanas ante los diferentes tonos, ideó un triángulo que simulaba el diagrama de una mente humana y conectó cada color con algunas emociones.

Las emociones de los colores

Y, finalmente, gracias a sus estudios, el escritor pudo asociar una serie de atributos a cada color. Atributos que están más vivos que nunca porque en marketing, ilustración y diseño gráfico se siguen valiendo -y mucho- de ellos, y son los que detallamos a continuación.

Descubre aquí nuestra ‘Guía de los colores del marketing’.

El azul tiene un efecto peculiar y casi indescriptible en el ojo. Es una especie de contradicción entre la excitación y el reposo. Recuerda al cielo y al mar, y automáticamente aporta sensación de libertad e infinidad. Las habitaciones azules, por ejemplo, parecen más grandes y, al mismo tiempo, vacías y frías, incluso melancólicas y lúgubres, sin embargo es un tono muy agradable (aún cuando lo degradamos).

Por su parte, el amarillo es el color más cercano a la luz, el color del optimismo y de la alegría por excelencia. Al relacionarlo con el sol, inspira vida, luz, brillo, y aporta un extra de energía para afrontar los días. Tiene un carácter suave, emocionante y sereno.

Y el rojo es tan peculiar como su naturaleza. Su intensidad inspira excitación y pasión, impresión de gravedad y dignidad, gracia y atractivo. Tiene un efecto de energía e impulsividad en nosotros.

El violeta es la tonalidad del misterio, la meditación, la profundidad, el misticismo, la melancolía, la intuición y la magia. Esta tonalidad púrpura es símbolo de realeza, suntuosidad y dignidad.

¿Qué pasa con el naranja? Que es la mezcla del amarillo y del rojo y que, por lo tanto, tiene cualidades de ambos dos, pero en menor grado. Irradia felicidad, diversión, energía, sociabilidad. Se vincula a la niñez por su característica de bondad, y también gusta a bárbaros, salvajes… porque refuerza sus tendencias naturales al entusiasmo, a la euforia, etc.

Por último, el verde es el color de la naturaleza por excelencia. Es reconfortante. Libera al espíritu y equilibra las sensaciones. Asociado directamente con la primavera y la esperanza, también nos transporta a un lugar al aire libre. El ojo experimenta un estado de agrado cuando lo observa.

Otros elementos del logo que comunican

Conocer estas sensaciones es fundamental tanto para que los diseños de los logos sean efectivos como para reforzar los mensajes de branding de una compañía.

Y aunque el color juega un papel clave en la seña de identidad de una firma (es el aspecto más memorable de un logo), no es el único elemento del diseño que comunica. La tipografía y el espacio y forma de las letras también ‘cuentan’ la historia de un negocio en cuestión de minutos, los suficientes para ‘conquistar’ (interesar) o no al cliente en esa famosa ‘primera impresión’.

Es por todo esto por lo que el buen hacer de un diseñador gráfico pasa por entender los matices de la psicología del color y aplicarlos en el logotipo: la principal carta de presentación de una marca.

Una fotografía de Ana Roman del equipo de microbio

Ana Roman

¡Eh! ¡Lo de las cooooookies!

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