2022-03-26T20:49:12

El lado mediocre de la vida

Collage de una piara de cerdos simulando ser departamentos de una empresa

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La primera vez que leí sobre la palabra “Caconomía” pensé en esos cacos de antifaz y camisa a rayas que pintaba Ibañez y que siempre salían por la ventana cuando entraba Mortadelo.

Pero no. La caconomía (del griego, economía de lo peor) es un curioso término acuñado por Gloria Origgi que describe “la extraña predilección del ser humano por las recompensas de baja calidad” o que cómo dice John Brockman en Este libro le hará más inteligente “explica por qué resulta habitual que la vida nos parezca tan mediocre”.

En un mundo caconómico, por ejemplo, contratas a alguien esperando que haga lo suyo muy muy bien pero a la vez, secretamente sabes que no lo va hacer tan tan bien porque, por ejemplo, le vas a pagar menos.

Pero lo mejor de un intercambio caconómico no es eso: lo mejor es que la persona a la que contratas piensa exactamente lo mismo así que… confía en que no te importe tanto que no lo haga tan bien y, por tanto, cobrar menos.

Bienvenidos a mediocrilandia.

Hay proyectos que salen mal. Que no funcionan. Que empiezan como la vida, espectaculares, y terminan sumidos en la vulgaridad.

Hay proyectos que sin saber muy bien cómo cristalizan y se hacen de diamante y otros que vienen enjoyados y acaban diluidos en agua de borrajas por que nadie, en realidad, nadie tenía ganas de que eso funcionara.

Quedar en el medio de una distribución normal es lo habitual. Lo normal. La mayoría de los proyectos que realizamos -no nosotros, sino todos- son, digamos que al menos dentro de la calidad de cada uno, normales. Unos pocos, son excepcionales. Y otros tantos, pues bueno, pues bah.

Los motivos por los que un proyecto acaba en el lado caconómico de la vida, es decir, ni el fú ni el fá, ni son búenísimos ni son normales, son simplemente, pssss, pueden ser muy variados pero siempre hay dos factores que suelen repetirse: o se alargan en demasía o la toma de decisiones está desdibujada.

Cada una influye de una forma diferente en el resultado.

Cuando un proyecto se alarga demasiado nadie acaba sabiendo cuál era el objetivo o qué demonios habíamos venido a hacer aquí y oh, shit.

En cambio, cuando la toma de decisiones está desdibujada y quien decide no es quien está en el día a día, aquellos objetivos tan claros que se pusieron al empezar acaban siendo sustituidos por otros, sean los que sean, deux ex machina y todos tan contentos.

Políticas tengo

Me ha costado muchos años entender la importancia de “las políticas” dentro de las empresas.

Sobre el papel, las políticas de una empresa deberían ser unos “principios” o “pautas a seguir” que ayudarán a la organización a conseguir lo suyo y lo de más allá pero, en realidad, acaban siendo normas aprendidas o sobrevenidas que, tengan sentido o no, se siguen a rajatabla.

Muchas veces ni se miran. Ni se revisan. Muchas veces, de hecho, no están ni escritas y sólo son algo que alguien dijo en algún momento y, tate, te ha salido una política en el bancal. Otras veces, para más inri, se confunden las políticas con los caprichos del jefe. Pero no es lo mismo.

Las políticas de las empresas son la típica cosa que tú tratas de olvidar y pensar que no te afecta pero, que lo sepas: acabará haciendo que ese proyecto acabe en el lado caconómico de la vida y tú ahí, frustrado sin saber qué ha pasado.

Y lo que ha pasado es fácil: como si fuéramos una familia en Navidad, hemos tratado de no hablar de política y, al final, nos ha explotado en la cara.

No hemos hablado, quizá, de quién decide qué ni de cómo trabajamos esto o aquello.

No hemos comentado a fondo, con consciencia, para qué sirve lo que vamos a hacer o qué queremos conseguir con eso tan molón que tenemos en mente.

Tampoco hemos hablado sobre si somos los típicos tipos que hacen lo que digas o rechistan mucho pero sobre todo lo que no hemos  hecho es confrontar.

Y quizá ese sea el problema. Nuestro problema quiero decir.

No hemos querido asumir lo incómodo y decidir si nuestras políticas (que también tenemos) coinciden con las vuestras. Nos falta valor para saber si estamos en el mismo punto, si hablamos el mismo lenguaje o si nos vamos a hacer bien el uno al otro.

Porque, al final, para evitar caer en el lado caconómico de la vida quizá lo único que hay que hacer es quererse un poco, hablar un mucho y tratar de conseguir lo que veníamos a buscar: que al acabar un proyecto, todos sintamos que hemos aprendido algo.

Y eso sí que es una política. Y de las buenas.

La cita

“Hay épocas de excelentes obsesiones y épocas de mediocres obsesiones”

Asesinato en Prado del Rey y otras historias sórdidas
de Manuel Vázquez Montalbán

Para estar al día

Para mejorar procesos

Para leer tranquilamente

El dato

El 42% de los españoles mayores de 16 escuchan la radio todos los días

Informe de Avante Medios

Miscelánea

El Chorradón

Edición y reflexiones locas: Alex Sanz

Diseño: Fernando Bedmar

Recopilación y copy: Carmen Álvarez

¡Eh! ¡Lo de las cooooookies!

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