2021-06-29T17:31:37

¿A qué huele el cambio?

¡Hola!

En 1877 Edison inventó el fonógrafo.

Era joven, tan sólo tenía 30 años, y mientras pensaba en los posibles usos dejó escrita su visión de negocio: su fonógrafo era perfecto para grabar libros a personas ciegas, las últimas palabras de los moribundos, dar las horas o enseñar ortografía.

En lo que Edison nunca pensó fue en algo que, ahora, nos parece evidente: grabar y reproducir música.

Veinte años después, mientras todo el mundo bailaba a lo Christopher Walken en la intimidad de sus mansiones el inventor seguía pensando que todo aquello era, bueno… “degradante”.

Esta anécdota, narrada por Jared Diamond en Armas, Gérmenes y Acero expresa a la perfección un sentimiento recurrente desde que montamos microbiotodas esas cosas que no vemos ni venir, pero que acaban llegando.

Piénsalo: si aquel jovencito confuso llamado Edison que a los 30 era más “listo” de lo que seré nunca se mantuvo en sus trece durante 20 años sin ver venir la ola… ¿Qué será lo que yo no estaré viendo?

¿Qué tsunami laboral/personal/social me ronda sin que me de ni cuenta?

Tu cerebro se hace el tonto

Los seres humanos, según el profesor Nicholas Epley en The Science of StoryTelling de Will Storr, no hemos conquistado el mundo por nuestros afamados pulgares oponibles sino por nuestra capacidad para entender la mente de los otros.

Nos pasamos el día pensando, teorizando y conspirando sobre qué pensarán los otros y cómo pueden sentirse ante lo que hacemos. Eso nos ayuda a ver venir algunas cosas, a movernos en sociedad sin miedo y a dar la espalda sin temor a sufrir un furibundo ataque traicionero.

Pero esa capacidad choca con otra feature premium de nuestro cerebro: el control. Nuestro cerebro quiere tenerlo todo bajo control y para eso incluso se imagina lo que los otros piensan.

Se monta sus propias películas para quedarse tranquilo porque un cerebro no quiere tigres agazapados en las sombras o enemigos aviesos.

Un cerebro quiere calma, tranquilidad, rutina.

Un cerebro quiere tener a los tigres controlados y saber que Pepito, el de la tribu de al lado, te la tiene jurada.

Pero aún así algo está cambiando todo el rato, como el rio aquel de Heráclito, mientras fantaseamos con que todo sigue igual. Mi cerebro me engaña para tener el control y dejarme vivir tranquilo.

La mayoría de veces, la verdad, es de agradecer.

Otras, en cambio, te ataca una pantera.

¿No te huele raro?

Cuando en Apocalyse Now, el Coronel Bill Kilgore decía aquello de “me gustaba el olor a napalm por la mañana” no quería decir que el olor a veneno fuera un anhelo infantil insatisfecho.

El cerebro del bueno de Bill había decidido que era mejor eso que morirse y había cambiado sin darle muchas vueltas. Se había adaptado a lo que había con ironía, resignación y, como dirían ahora algunos, resiliencia.

Como Bill, tenemos que acostumbrarnos a que huela a mierda. Aunque sea un poquito. Como la papelera del baño de tu bebé.

Saber que huele a mierda te ayuda a entender que la vida no será cómo esperabas sino que, mira tú por donde, las cosas cambian.

Por eso, ahí va la moraleja: disfruta del olor.

Si olemos la mierda, queridos, queridas, es que estamos en el buen camino. Es que sabemos que algo está pasando y que, bueno, suenan las campanas.

Se acerca el cambio.

Así que, adelante, que venga. Que pase. Que aquí estaremos. Pertrechados y preparados para darle lo suyo. Y lo de su cuñado.

La cita

Hacer las cosas no requiere demasiado esfuerzo; en cambio, decidir qué hacer sí lo requiere.

Elbert Hubbard citada en
Organízate con Eficacia de David Allen

Para estar al día

Para mejorar procesos

Para no perdértelo

Para leer tranquilamente

El datoEl 76% de los freelance trabaja en dos proyectos simultáneamente y el 48% asume tres o más.

Visto en el Freelance Industry Report de Contra

Miscelánea

El chorradón

Edición y reflexiones locas: Alex Sanz

Diseño: Fernando Bedmar

Recopilación y copy: Carmen Álvarez

¡Eh! ¡Lo de las cooooookies!

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