2021-04-30T08:41:56

Soluciones vendo, que para mi no tengo

¡Hola!

Imagina que llegas a tu proveedor de confianza, de lo que sea.

Imagina que vas como va uno siempre a los proveedores: pidiendo soluciones, buscando respuestas, esperando ese valor añadido que te falta.

Hasta aquí todo normal. Como siempre.

Pero imagina ahora que ese proveedor te dice que… no. Que él no tiene soluciones y que en lugar de respuestas tiene preguntas, dudas, incertidumbre a mansalva.

Que, quizá, con el tiempo, pueda transformar todas esas dudas en valor para ti pero que, claro, no sé si me entiende usté, quizá… no.

Tenemos un cerebro preparado para buscar causas y soluciones rápidas a sabiendas de que nada es fácil, nada se hace de un día para otro y Zamora no se tomó en una hora.

Pero, aún así, lo buscamos, lo pedimos. Lo demandamos.

Soluciones vendo, que para mi no tengo

Uno puede llevar muy bien su propia incertidumbre pero tolerar muy mal la de los demás. Por eso es raro que en una reunión alguien te diga que “no lo sabe”.

Un “no lo sabe” de “no saber” y no un “no lo sabe” no de “no me lo he preparado” o de “tengo resaca” o de “quién es usted”. A veces las cosas no se saben porque las preguntas complejas no tienen una solución evidente y requieren de muchas cabezas dándole vueltas a algo durante mucho tiempo.

La suma de tiempo más cabezas suele parir soluciones y, en ocasiones, valor, pero nadie quiere oír que para encontrar esa solución se necesita invertir nueve meses, investigar, aprender, hablar, debatir, discutir y ordenar la casa antes de publicar un tweet.

Por el contrario, tendemos a esperar de las empresas, de los proveedores, soluciones concretas y efectivas con el mínimo rozamiento, la perfecta eficiencia y la mayor efectividad.

Luego… llega la realidad.

Los tiempos se alargan, la efectividad se diluye, el presupuesto se agranda o se estanca y aparece la desilusión, el mal rollo, la fricción.

Este proyecto que hicimos no solucionó esto que nos pasaba así que volvemos a buscar una solución rápida sin pararnos a pensar que lo que tenemos que hacer es sanear, levantar el suelo, picarlo todo y volver a empezar.

Pero nadie quiere eso. Queremos ir poniendo parches, como cuando te toca el Gordo, porque nadie está dispuesto a pararse a mirar el paisaje, a quedarse quieto un rato y decir, ahh, pues era eso.

Lo cierto es que la mayoría de nosotros no tenemos soluciones absolutas porque, como tú, vivimos en un mundo tan complejo que a nada que te pares a pensarlo te come la ansiedad.

Lo cierto es que deberíamos de dejar de decir que aportamos soluciones cuando, en realidad, lo que tenemos son ideas.

Ideas sobre cómo deben ser las cosas, cómo deben parecer o cómo deben funcionar basadas en nuestras experiencias (subjetivas), nuestros aprendizajes (sesgados) y nuestro conocimiento (limitado).

Juega, juega, que algo queda

Pero claro, las ideas no son soluciones. Las ideas son como pelotas que necesitan ser zarandeadas, golpeadas, peloteadas entre todos. Hay veces que incluso hay que golpear la pelota fuerte hasta que se rompe y el dueño se enfada. 

El problema es que nadie quiere ponerse a “jugar” a la pelota porque eso, pues ya sabes, no aporta valor.

Jugar no soluciona, en principio, nada: Sólo entretiene y eso en una empresa es perder un tiempo que es, al fin y al cabo, por lo que te pagan.

Pero jugar es el principio de todoes lo que nos permite comprender las cosas y acercarnos a ellas desde un lugar distinto. Nadie crea nada agobiado por un deadline infernal, trabajando 16 horas o ansioso por llegar a fin de mes.

Quizá la solución esté en comenzar a pensar en los proyectos no como proyectos, con un principio y un final, sino como un proceso, un camino en el que el valor a veces está y a veces no.

Quizá la solución de todo sea comenzar a rebajar las expectativas no para desilusionar, sino para mantener viva la llama.

En lugar de buscar un truco que no existe, vamos a jugar juntos a encontrar una solución.

Sí, no te preocupes, acotaremos el tiempo. Sí, por supuesto, velaremos por el presupuesto. Y sí, claro, trabajaremos duro. Pero también discutiremos, aprenderemos el uno del otro, lanzaremos la pelota. Fallaremos el tiro. La meteremos a la primera. Perderemos el tiempo. Y nos conoceremos mejor.

Y entonces, tras todo ese zarandeo, esa suma de cabezas y tiempo tendremos, quizá sí, quizá no, una solución de valor.

Por desgracia, para muchos el “quizá no” significa error y, por tanto, se acabó el juego. Cuando deberíamos seguir entrenando, la idea fallida se ve como algo a olvidar en lugar de un aprendizaje para el próximo partido.

Es por eso que erramos el tiro: si encuentras un equipo, un proveedor, alguien en quien confiar, no puedes deshacer esa confianza de un proyecto para otro porque destruyes el proceso y todo el aprendizaje, como lágrimas en la lluvia, se evapora. Desaparece.

Y es ahí cuando buscamos un nuevo amigo al que tirar nuestra pelota y preguntarle:

Y tú… ¿qué solución me ofreces?

La cita

“Los marketeros se han convertido en herramientas de sus herramientas”Dave Trott citando a Geri Seiberling en Twitter

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El dato

1 de cada 3 españoles evita hacer la compra en tiendas físicas.

Visto en Food Retail

Miscelánea

El chorradón

 

Edición y reflexiones locas: Alex Sanz

Diseño: Fernando Bedmar

Recopilación y copy: Carmen Álvarez

¡Eh! ¡Lo de las cooooookies!

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