¿Todo por la pasta?

¿Qué es caro?, digo mientras clavo mi pupila en tu pupila azul. No hay mercado, repito mientras pienso que no, que no lo hay; que lo que es caro aquí está barato allí. Que depende de la plaza. Que nos dedicamos al intangible, al conocimiento y que si te parecemos caros quizá es porque pusimos la tienda en el mercadillo equivocado o no hemos sabido mostrarte el valor detrás del precio. Me dices, “ya, ya, lo entiendo” pero yo sé que no, que no lo entiendes, que lo fácil es pensar que todo esto es por la pasta. Que lo que hacemos es por dinero. Que la vida, en sí misma, es cosa de tener billete. Sería peor si te cuento la verdad. Si te digo, como te digo, que no estás contratando una solución sino un comienzo. Que introducir la creatividad, la estrategia y el diseño en la ecuación no es una varita mágica, un consultor sabelotodo, una IA que resuelve los problemas que vendrán. Que, ojalá no, la vamos a cagar. Que las cosas llevan tiempo, hasta que nos conozcamos mejor y que la base de la mejora se construye con preguntas y conflicto. Ya sabes lo que dicen los viejos del lugar: antes del castillo dorado siempre hay un bosque encantado. Eso y aquello de que, al final, "hay gente para todo". Por eso cuando acabamos hablando de precios, de pashta, y del esto es caro a veces no sé qué decir y me sale sólo: Si es que hay gente para todo. Quizá hay gente que sabe escribir pero no sabe que esto aquí no es lo mismo que allá y que toda historia tiene un zas, un giro inesperado que acaba en un compra aquí que siempre depende de lo que venga después, antes y durante. También hay gente que sabe diseñar pero les falta ojo, estilo, queséyo. Gente que rezuma clase vistiendo pero no saben hacer lo del seis y el cuatro o gente que te decora la casa que parece un palacio y luego no friegan en tres días. Somos multitudes. Yo no puedo decirte lo sólidas que son mis ideas, la forma en qué están hechas, su composición interna. No puedo mostrarte mi expertise como quien te enseña un plano y te dice, mira, mira, encaja. La realidad es que vendemos detalles que pocos ven y que lo que nos diferencia son las decisiones que tomamos antes de hacer nada. Nos diferencian las preguntas que hacemos, las perspectivas que abrimos cuando ya nos conocemos; todo eso que no podemos enseñarte: las horas de lectura, el vagabundeo, la capacidad, como decía Keats de saber existir, con lucidez y sosiego, en medio de la incertidumbre sin buscar, irritados, los hechos y la razón. Nos diferencia entender que ya no escribimos palabras que mueren en la hoja, sino que estas viven, se mueven, aparecen y se contonean. Las palabras ahora pueden tener sonidos, transformarse en arte, ser “accionables”. Pasa con todo. Nuestro trabajo, ahora, siempre, ha sido provocar una reacción en esos cerebros que buscan irritados hechos y razón. No hay hechos y razón que valgan con el cerebro y por eso no hay hechos ni razón para convencerte de que mi precio es mucho más bajo que mi valor. Que incluso, fíjate, que me crezco, estamos, sin saberlo, de oferta. No hay hechos ni razón que expliquen porqué ese botón redondeado es mejor que ese otro o qué salsa secreta lleva esa ensalada de palabras. He escrito 100 veces la frase pero no sabría explicarte porqué elegí, justo, esta. Me gusta pensar que la vida es una pirámide de Maslow por la que subimos y bajamos sin parar. Unos días tengo hambre y miedo y otros días me siento seguro como un perezoso. Otros me vengo arriba, me descubro y creo que valgo más de lo que cuesto. O quizá me sienta realizado, libre, capaz de hacerlo todo sin necesidad de hacer nada. Unos días yo y microbio estamos ahí y otros días tú y tu empresa estáis, pues allí. Quizá yo vengo crecido y tú me necesitas más abajo, guiando el camino por los escalones correctos, o más arriba, más seguro, más capaz de nosotros mismos. Funciona para todo. Por eso, quizá, todo pasa por saber en qué escalón estamos y a qué escalón queremos llegar. Y preguntarnos, sinceramente, los unos a los otros… ¿Y tú, en qué momento estás? ¿Y yo, cómo te puedo ayudar?

Para estar al día

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Para mejorar procesos

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Para leer tranquilamente

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Miscelánea

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El chorradón

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