Agosto · 2021
Cuando escribo el inicio de esta newsletter empieza el mes de agosto, un mes que en mi memoria es amarillo, cián, nocturno.
Vamos haciendo piruetas, como cada verano, con proyectos en marcha que se quedan encallados en la arena de la playa, abandonados como el gigante de Love, Death & Robots.
Las prisas dejan de ser prisas y el tiempo se deshace mientras las noches se alargan, las comidas se espacian y los calores nos consumen.
William Strachey fue un tipo peculiar que pasó media vida en botas de agua, legó a su sobrino una “importante” colección de calzones de colores y pese a residir en Inglaterra, vivía con la hora de Calcuta.
Strachey “desayunaba a la hora del té”, “almorzaba a luz de las velas” y vivía tan campante porque casi todo es relativo siempre y cuando te lo puedas permitir.
Lo bueno del verano es que nos convierte a todos en unos Strachey cualesquiera que viven con horarios raros aunque la vida, aparentemente, continúe.
Es así: Nos pasamos el año poniéndonos retos para que llegue el verano y… bueno, ya si eso luego.
Da igual como sea tu cerebro de organizado o cómo de bien creas que estás haciendo las cosas. Si los cambios de tiempo afectan a tu memoria o los días de lluvia hacen bajar la bolsa, el verano te hace flexible a los cambios, los parones o a ese “No, es que cierran en agosto” inimaginable en un mes de enero cualquiera.
El verano, al fin y al cabo, es un poco como Leftovers pero sin irse más de dos semanas.
Hay gente que empieza el año como los romanos y gente que lo empieza en septiembre, como en el cole.
Durante un tiempo me pareció infantil tener esa visión del año, como si no hubiera acabado de salir del refugio nuclear de mi niñez. Más tarde entendí que uno empieza el año cuando quiere porque las fechas, como le pasaba al viejo Strachey, tienen que fluir en ti.
En verano, desconectamos.
Nos vamos los unos de los otros y nos perdemos la pista, nos dejamos varar y, como colchonetas, nos volvemos descuidados y permisivos.
“No pasa nada, no te preocupes, sí, yo también me voy”.
En verano volvemos a ser niños que se pierden por las calles al atardecer, antes de ir a cenar. Vamos llenos de berretes, sudores y restos de aventuras y unas uñas negras, de coger la vida con las manos. Vamos perdidos por las calles, haciendo hambre, olvidados de todo, de ese y aquel, de esto y de lo otro.
Porque hay cosas que solo se acaban cuando se olvidan y entonces sí, justo al volver, puedes comenzar de nuevo y decir:
“Cuando acabo estas líneas es casi septiembre, un mes que en mi memoria es marrón, ventoso, arrebolado, como un amanecer. Como un año nuevo.”
Sean ustedes bienvenid@s a 2021 (y medio).
“Vivimos por los hechos, no por los años; por los pensamientos, no por las exhalaciones; por los sentimientos, no por las marcas del dial. Hay que contar el tiempo en latidos”
Aristóteles Citado en Cronometrados, de Simon Garfield
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Edición y reflexiones locas: Alex Sanz
Diseño: Fernando Bedmar
Recopilación y copy: Carmen Álvarez